FLOR Y LOS PREJUICIOS: "DESTILABAN DESPRECIO Y CREIAN QUE EL DINERO ERA EL UNICO VALOR QUE IMPORTABA"

Posteado el 29/01/2021

“La semana pasada, un periodista del diario La Nación se refirió al conurbano bonaerense empleando el inusual adjetivo de «africanizado». Inmediatamente se disparó una ola de tuits y declaraciones varias de repudio frente a lo que fue interpretado como un acto despectivo y racista. El diccionario de la RAE señala que africanizar es «dar carácter africano», por lo que todo depende de cómo lo representemos: lo que para algunos puede ser insulto, para otros puede tomarse como elogio”, comenzó relatando la actriz Florencia de la V en su cuenta de Instagram.

Y continuó: “Soy del tercer cordón del conurbano, orgullosa travesti africanizada que ama su tierra, con sus techos de chapa, paisajes, olores, dolores y costumbres. Haber nacido en el conurbano fue algo muy positivo para mí. Ahí aprendí mucho de la gente, recorriendo sus calles: todo lo que soy como persona se lo debo a esos años en mi barrio querido de Llavallol”, escribió.

“Nací, me crié y estudié ahí. Sus calles fueron un máster lleno de códigos en los que la palabra tenía valor. Sin esa formación, creo que nunca hubiera podido lograr todo lo que me propuse en la vida. El conurbano me preparó para todo, hasta para sentarme en la mesa de Mirtha Legrand”, reflexionó Flor de la V.

Y agregó Flor sobre la mirada prejuiciosa de quienes sin entender, juzgan desde lugares de privilegio: “De chica siempre sentí que nos observaban con prejuicio, de costado, como si no fuéramos argentinos, unos cabecitas negras. Quienes nos miraban de arriba abajo, turistas de lo exótico en nuestro territorio, destilaban desprecio y creían que el dinero era el único valor que importaba. Ellos tampoco eran los Kennedy, pero su lugar de pertenencia los volvía superiores”, confesó.

Para finalizar su descargo, puntualizó: “En mi africanizado conurbano hacíamos la cola para retirar la caja PAN o la leche que repartía el estado. Muchos pensaban: «estos negros no quieren trabajar». Tenía amigas a las que les daba vergüenza ir a retirar las cosas. Yo nunca: agradecía que lo ayudaran a mi papá que se rompía el alma como albañil y muchas veces el trabajo no abundaba. Esa caja más de una vez nos puso un plato caliente en la mesa”.